miércoles, 8 de mayo de 2013

Rostros: una razon (segunda parte)

El teléfono sonaba y sonaba ... sigue sin contestar.

Pensándolo bien probablemente este ya no sea su numero, ha pasado un tiempo desde la ultima  vez, un año quizás dos. Jamas debí desaparecer así, al menos debería haberle dicho adiós.

¿En que estoy pensando? Ella ya no esta ahí, sin importar nada solo me fui y no mire atrás, hasta este momento.

Realmente necesitaba alejarme de todo, nos heríamos mutuamente. Aquel  día fue como cualquier otro excepto por ese pequeño detalle, ese  diminuto detalle que llevo todo a su fin: dijiste sin mas que me odiabas. ¿Quién dice las cosas de esa manera? ¿Que clase de persona dice que odia a otro como si no significara nada?
Ya era suficiente, en ese instante fue como si mi cuerpo se moviera solo, tome mis cosas y me fui. Quizás tendría que haberme calmado antes de tomar una decisión, pero no lo hice y ya no puedo hacer nada para cambiarlo...

-  ¿Hola? ¿hola?...

Finalmente habían contestado, y ¿ahora qué hago ? no había pensado en que decir si contestaban ¿Qué hago?

- Hola, disculpame ...  ¿ Amelia se encuentra en casa?
- Hace mucho que ya no vive aquí, ¿quien habla?
-Su ex se podría decir.
-Dejo algunas cosas por si las queres.
-¿No te molesta si paso a buscarlas? ...  ok muchas gracias paso mañana.

Una caja, una historia entre cartón. Me sorprendió el ver que todavía guardabas esas cosas: un álbum, una servilleta, unas piedras y esa carta.
Esa condenada carta que convirtió mi vida en esto,  pensar que mi mayor preocupación era como comenzarla..
 ¿Querida, Adorada mía? o ¿Simplemente ... Endiablada  Amelia?

1 comentario:

  1. Un final perfecto. Me gusta la dualidad de la situación final: el protagonista no sabe si escribirle a la imagen idealizada de Amelia o a la Amelia real. Podría hacer varias comparaciones con el Quijote y con varias otras obras (medievales, en su mayoría), donde se aplica este mismo fenómeno. Felicitaciones por el escrito.

    ResponderEliminar