domingo, 18 de enero de 2015

Rostros: El Tiempo.

Regresé con mi madre después de haber escapado siguiendo a Amelia como un estúpido. 
Mi madre no pudo ocultar su felicidad al saber que ella no venía. Yo también  estaba feliz.


De un día para otro, todo había regresado a la normalidad, dulce y aburrida normalidad. Fue extraño, después de casi dos años de irme tras Amelia y su vida de gran ciudad con lujos y gentes extravagantes, mi pequeño pueblo parecía extremadamente hermoso. No sé si conocen esa sensación cálida y agradable que se siente al respirar el aire del lugar donde creciste, si no la conocen es probable que en algún momento de la vida la lleguen a experimentar. Simplemente, la sensación de estar en casa.


Decidí ir a la universidad y retomar mis metas, sería profesor de Literatura. Todavía faltaban tres meses para comenzar la universidad y los días transcurrían con una exasperante calma. 


Mi madre preguntaba de vez en cuando sobre mi vida en la ciudad y la razón de mi ruptura con Amelia, yo respondía con silencios y miradas grises. Desistió su curiosidad. Realmente, ¿qué podía contarle sin ver su mirada de reproche y profunda tristeza? ¿Que el intenso amor de Amelia se esfumó tan fugaz como llegó? De pronto me había visto viviendo con una mujer frívola y amargada, que mostró sus verdaderos colores en el momento en que nos mudamos juntos. Siendo honesto, no entiendo cómo en mi cabeza la idea de casarnos y tener hijos parecía una buena idea. Fueron los dos años más miserables de mi vida, pero nada de eso podía decirle a mi madre. No lograría aguantar un "Te lo dije." en este momento.  


Transcurrido un mes de mi regreso, me puse en contacto con un amigo de la escuela y quedamos en vernos más tarde ese día para celebrar mi regreso. No pude ocultar mi alegría al saber que a pesar de que me fui sin decir nada, podíamos continuar  nuestra amistad como si nos hubiésemos visto la semana anterior. Fui un imbécil con todos los que me querían desde el momento en que ella entró en mi vida.  


Si no fuera porque sabia que habían pasado más de dos años sin que viera a Nano, juraría que  estaba todavía en la secundaria y acababa de salir de la escuela. El pelo revuelto y algo largo, esa leve barba de dos días que por alguna extraña razón siempre tenía, y la mochila, todo estaba ahí.


Hablamos por horas.


Los amigos, la familia, los viajes, todo fue como antes. Llegado un momento de la noche no quedaba mucho por contar y Nano sin pelos en la lengua preguntó por "La Diabla" como solía llamarla. Dudé antes de contestar, mas bien, recordé como todo el mundo por alguna razón que escapaba a mis conocimientos la detestaba; realmente el amor es ciego, sordo y además, podría agregar, indiscutiblemente estúpido. Le conté con detalles todo, desde mi llegada a la ciudad hasta la destrucción de mis sueños de una familia.

Al terminar mi historia, mi fiel amigo se quedó sin hablar con una cara de profunda amargura. Sin notar el volumen de su voz preguntó: ¿Fue capaz de hacerte eso? Su voz era un hilo, parecía estar al borde de las lagrimas.

Un "Sí" brotó de mi como una exhalación. No había pensado durante un tiempo sobre ese tema, simplemente mi mente lo desterraba a un lugar oscuro e intocable, todavía no entendía como todo terminó tan mal. La apatía en la que había estado hasta ese momento se había esfumado y tomo su lugar una gama de emociones: enojo, culpa y principalmente dolor. Mi cuerpo pesaba tres toneladas más.

¿Fue su culpa?¿Fue la mía?¿Fue un error en primer lugar?¿Algún día olvidaría a mi hija?